Vidas conjeturales, Fleur Jaeggy

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La infancia de Thomas De Quincey observada a través de una lupa de aumento, o los sombríos internados a los que fue confinado; el carácter pendenciero del poeta John Keats, que supo alternar con la lírica, y el desconocido talante aventurero de Marcel Schwob –quien viajó al Sur del Pacífico en busca de las huellas de Stevenson– son algunos de los aspectos biográficos que la escritora y traductora Fleur Jaeggy destaca de estos tres grandes de las letras. Mediante una escritura particular, más poética que ensayística, más cercana a la narración que a la documentación, Vidas conjeturales es una hipótesis literaria, una elaboración personal de los asuntos más humanos de estos creadores sin perder por ello ni un ápice de rigor.

Jaeggy aborda aquí la grandeza, la intimidad y las desventuras de estos maestros paganos que llegaron, en palabras de la autora, a un punto más alto que los santos, a la excelencia literaria.


«Fleur Jaeggy va siempre a lo esencial y, como si tuviera bien aprendida la involuntaria lección de Kafka, consigue muchas veces en una sola página, y a veces en una sola línea, que se haga visible de golpe, a modo de repentina revelación, la estructura desnuda de la verdad.» ENRIQUE VILA-MATAS, Babelia - El País

«La mirada dirigida a estos tres hombres, erráticos como el fondo de una taza de sal, es la que resulta de la intimidad puesta a prueba. Jaeggy no se limita a colocarse en una determinada situación, ni a pensar como un hombre; ni siquiera se conforma con plantearles incómodos conflictos, pues entiende que bastante tienen ya ellos con su traje mortal. Estas conjeturas son los descartes de la rutina, la pasmosa sencillez de las crónicas sobre un atardecer o sobre la compra.» DANIEL JÁNDULA, Revista de Letras

«Un precioso volumen. […] Se lee con un continuo escalofrío de placer por lo que se dice o por lo que se deja de decir. La aceleración que le confiere la autora a estas condensadas biografías, con una clara capacidad de evocación y de emocionar al degustador de estas prosas, nos coloca ante una obrita de la que se puede disfrutar con delectación en muy poco espacio de tiempo.» MANOLO HARO, Estado Crítico

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