tautea, camila vazquez

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Estoy segura de que la voz de Camila Vazquez es la que es porque el paisaje donde nació y creció fue el que fue, no tengo dudas de que las marcas del calor, del río, del monte, dejan impresiones indelebles, imposibles de evitar. No se escribe como se quiere, el lenguaje es un fierro caliente que recibimos sobre el cuerpo y hablaremos, escribiremos siempre rondando ese dibujo, esa herida que nos fue hecha muy temprano y que muchas veces ni siquiera recordamos. ¿Cuánto tiempo hay que permanecer en la espesura para adoptar su voz? ¿Su rumor perdura aunque se esté lejos de ella?, se pregunta la poeta, y la respuesta está en cada uno de estos poemas. El tiempo que sea necesario. El tiempo que haga falta para que su rumor perdure aunque se esté lejos de ella. El tiempo de una infancia, es decir, de una vida entera. El tiempo salvaje que no tiene fin ni comienzo, el de este libro hermoso, chúcaro como todo lo hermoso, que no se deja atrapar ni enjaular. Como un animal velocísimo que nos pasa por delante antes de perderse en el monte, y nos deja con la sorpresa de haber visto una belleza inesperada, inconcebible, con el deseo de volver a alcanzar ese momento de gracia. Así este libro, así la poesía de Camila Vazquez, que sabe algo crucial: lo salvaje querida /está en vos como destino / cuanto más domesticado / más se vuelve mansedumbre predadora. 

Claudia Masin

 

Camila Vázquez, bienalista en literatura, vivió gran parte de su infancia y de su adolescencia en Merlo, San Luis. Actualmente reside en Río Cuarto, Córdoba. Es profesora y licenciada en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Río Cuarto. Trabaja como docente en escuelas secundarias y dicta talleres literarios. Coordina el espacio Casa de Poesía en la misma ciudad donde reside.

 

                                     

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