solo soy uno que llora, virginia ducler

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En cada familia la última semana del año (de cualquier año) suele acontecer el concierto sensible en el que reuniones afectivas son como dos frentes de densas nubes que chocan y forman una tormenta eléctrica. Parece como si el acalorado verano rosarino impusiera su estado de ánimo en la combinación con las convenciones culturales de calendario gregoriano, y en la novela.

En una casa de fin de semana a las afueras de la ciudad surge el escenario de esta historia que traspone una música de opera clásica que un ballet familiar danza a la perfección. La forma fragmentaria de las conversaciones aisladas e intermitente de un grupo de muchas personas en un encuentro único.

La aparición de un manuscrito desata una ola de comentarios que van preparando un gran final. La novela de Virginia Ducler, con gracia y sutileza, nos invita a observar el desencuentro que muchas familias suelen vivir en la intimidad.

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