se vive y se traduce, laura wittner

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En tanto teoría –que en griego significa “observación”: de ahí que, en la cultura, la palabra se asocie a una objetividad con frecuencia huidiza–, la de la traducción se puede resumir en tres preguntas y un solo endecasílabo: ¿Cuándo es el deadline? ¿Cuánto pagan? ¡¿Pagan?! Eso de ningún modo significa que no sea posible teorizar al respecto. Quiere decir, más bien, que no hay teorías de la traducción que no surjan de forma muy directa de la práctica: que no sean la práctica –que es ante todo un método para observar el mundo; y, en ese mismo acto, transformarlo–.

De esa modesta alquimia, Laura Wittner –una egregia poeta, traductora y cronista del oficio– sabe mucho. Se vive y se traduce es una biografía laborable y, sobre todo, una historia de amor a las palabras, así como a los mundos cuyos límites trazan o borran en su estela, con su pequeña música. En apariencia un diario que incorpora aforismos, anécdotas, ensayos, traducciones –propias y de colegas, de manera indistinta–, Se vive y se traduce es un relato urdido en muchas voces, un coro de ventrílocuxs amigxs. También son los apuntes para una teoría, vivida intensamente pero enunciada al paso, sobre la ambigua y amorosa ciencia de traducir, que es siempre una gimnasia colectiva.

Ezequiel Zaidenwerg

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