rucio, fernando alfón

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El 30 de enero de 1990, por la tarde, se conocía la noticia de que cuarenta y tres presos se habían fugado, por la noche, de la Cárcel Pública de Santiago. Un túnel de setenta metros de largo, construido durante un año, los había hecho desembocar en los alrededores de la vieja estación de trenes Mapocho. Una vez fuera y apenas guiados por la luz de la luna, se dispersaron por los infinitos escondites de la Región Metropolitana. Cuatro años antes, el atentado contra el general Augusto Pinochet, el desembarco de cinco toneladas de armamento en Carrizal Bajo, y los sabotajes en distintas ciudades y poblados, ya habían anunciado la sublevación a la dictadura. Estos hechos y la fuga tenían algo en común: el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Once años más tarde de aquella fuga, el primero de noviembre del año 2001, yo me encontraba en el Centro Cultural Islas Malvinas, en la ciudad de La Plata. Había ido al relanzamiento de la revista Los 70. El tedio que me había provocado la exposición de los panelistas se interrumpió cuando le tocó hablar al último.

Dos días después, sin poder quitarme de la memoria aquella voz lastimada y enigmática, revisé algunos documentos sobre la reciente historia de Chile. Hallé varias fotografías de Allende, de la Revolución y del golpe de 1973. También di con el testimonio de un preso, unos mapas y unos nombres que me conducían todos a un solo hombre: el Rucio.

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