return ticket, salvador novo

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¿Quién fue Salvador Novo? ¿Ese hombre sin moral y sin ideas que atacó a los débiles y agasajó a los poderosos, que escribió con caca y a quien sólo salvan los epigramas contra sí mismo, como lo describió Octavio Paz? ¿O fue ese homosexual valiente que Carlos Monsiváis admira, el agitador cultural que al defender su derecho a la diferencia, aun en contra de su insolidaria voluntad, ganó la libertad para los otros?
El joven Novo fue, y en ello coinciden todos sus intérpretes, el escritor mejor dispuesto a dialogar, en poesía y en el ensayo pero también en sus reseñas más superficiales, con esa literatura moderna que tuvo, en los años veinte del siglo pasado, su esplendor. De los Contemporáneos fue el más ávido y el más informado; aunque no le interesó ejercer la crítica literaria y, como ensayista, le faltó la sensibilidad de Xavier Villaurrutia y la pasión por las ideas
que caracterizaron a Jorge Cuesta, Novo fue, sin discusión, el Moderno. No se conformó con la lectura rutinaria de la Nouvelle Revue Française y de la Revista de Occidente, y frecuentó rincones más selectos como Commerce y The Little Review. Su conocimiento de la poesía
de vanguardia, particularmente la anglosajona, llegó a ser enciclopédico, y al poeta que acompañó a Paul Morand y a John Dos Passos en sus paseos mexicanos no le fueron ajenos Conrad, Proust, José Moreno Villa, H. L. Mencken, Ramón Fernández o George Santayana, como lo prueba la compulsiva enumeración de novedades que consta en su columna de El Universal Ilustrado en 1929.
No quiero decir que Novo haya leído a todos los autores que consigna; mejor aún, a través de ellos supo tomarle la temperatura literaria a una época vertiginosa y extraer de ella un temperamento.

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