por amor al padre. del trauma a la piedad, verónica buchanan

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En este conjunto de conversaciones devenidas escritura, Verónica Buchanan nos habla de su clínica y del amor. Lo hace en cuatro pliegues: el impacto, el padre, el cuerpo, la época. Es un escrito que se acerca al grito, entre lo íntimo y lo colectivo. Se gesta antes pero anuncia lo actual. Lo actual como rechazo del impacto que permitiría una escritura. Por su ausencia, la sensibilidad se horroriza sin afectación posible. El cuerpo se eriza pero no se agujerea, y el pánico es reacción al borde de la manipulación de una imagen sin consistencia, sin agujero.  Es el amor al padre lo que impacta. Un padre, un decir. El que da miedo dejando una cicatriz, trocando el dolor en conflicto y síntoma. Sin embargo, en las consultas que recibimos nos encontramos frecuentemente con algo muy distinto. A costa de evaporación del padre queda una cicatriz: la información sin amor al saber, la segregación que aniquila sin pudor. Para no morir de vergüenza la autora encuentra una salida sorprendente en la piedad. A partir de su impacto frente a la escultura, donde una madre –virgen- sostiene a su hijo sacrificado, reversiona un término  denso alejándolo de la devota obstinación odiosa y superyoica. Afirma que sostener lo perdido es no afectarse de una pérdida. Propone otra vertiente de la piedad nombrándola como un modo –femenino- de la afectación. Lo  que hace que el amor, un amor en serio, sea agujero. Y es desde ahí que lo enlaza con el deseo del analista, impuro, el que se sostiene en lo perdido. Posición femenina enlazada al falo y a la falta en el Otro, operación necesaria en la época que entrama pulsión de muerte y componentes eróticos. Sin esa mezcla es imposible hacer entrar, no todo, en la transferencia.  Sostenerse en lo perdido para ganar una vida que no se enrole en la soledad buscada ni el delirio de masas sino que consienta a la aspereza de lo otro.

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