Piedra grande sin labrar, Verónica Yattah

Contamos nuestros pasos
Como en una película del oeste
el camino era de tierra.
Todavía siento tu espalda contra la mía
todavía cuento los diez pasos que dimos
hasta llegar cada una al extremo de la calle.
Las botas de cuero hacían sonar
las piedritas y el polvo.
Al unísono giramos, sonreímos,
hicimos fuego.
Después no morí.
Me quedé mirando el cielo y no vi nada.
Soplabas tu revólver
y lo hacías bailar en círculos.
Apareció una bandada de pájaros,
aparecieron dos.
El cielo pasó de blanco a cobalto.
Y entendí que seguir adelante
era cuestión de ver el cielo, las nubes.
La danza de esos pájaros que no lloraban.

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