Mínimo vital y móvil, Marcos Kramer

Mínimo, vital y móvil es el primer libro de poemas de Marcos Kramer, un joven escritor del barrio de Boedo. Y no es casual la mención del barrio ni es casual el título de este volumen: si bien hay una temática que reúne todas las composiciones –la ciudad y sus márgenes, junto con los seres que la trajinan a diario– hay también una justificación de la poesía que se ubica muy lejos de ese Olimpo que criticaba Nicanor Parra.

El título concentra varios significados que giran en torno a vivir con lo justo, a la plata que no alcanza, pero también a los sueños que se diluyen en una ciudad que es una selva, con casas de ladrillos, con el cielo arriba y el río marrón abajo, tan cerca; una ciudad que nos pide que la caminemos: “Porque caminar así sin rumbo fijo / es ver el espacio de los otros / y es mejor que quedarte recostado / mirando el reflejo de tu cara en la pantalla”; una ciudad de gente que muere frente a la impotencia de los que sobreviven sin saber qué hacer, sin que alcancen las palabras para recordarlos: “Es que a veces / no sé / qué palabras ponerle a la muerte”.

Hablaba más arriba de la justificación de la poesía, que no es más que pensar su sentido en un mundo en el que un “viejo con joroba de basura / bien metida entre los huesos / arrastra los tobillos por la calle juntando proteínas y / las come en un sánguche de miedo”. La respuesta está en el propio poeta que más que inflarse “el pecho de palabras que son de otro”, deberían empezar de a poco / (…) y llenarse los dedos de preguntas”. Y aunque a veces él sienta que nadie necesita los versos en su bolsillo, la poesía “crece para arriba / y para abajo / desconociendo el techo de cualquier arquitectura”.

Más allá de los temas que aborda el libro, y de los personajes y los espacios que dibujan una geografía reconocible para todos los que habitamos Buenos Aires, es innegable que Marcos encuentra su tono poético y su estilo en un lenguaje cotidiano, crudo por momentos, pero también creador de imágenes y metáforas nuevas. Lo que él hace es fusionar dos tendencias de la poesía actual: una que se instala en lo cotidiano y otra que se acerca a un registro más filosófico, más ensayístico. Mínimo, vital y móvil es poesía del barrio, del río, de los márgenes, pero también es una poesía que grita, que cuestiona, que milita políticamente –hay muchas referencias al peronismo–, porque “hacer un poema es un ejercicio tan preciso / tan preciso y desagradable / como escupir una paloma callejera / y llevarla a volar sobre la cabeza de tus contemporáneos”.

Una de las preocupaciones de los poetas ha sido siempre la renovación del lenguaje poético, revelador de sentidos múltiples. Marcos Kramer muerde las palabras, como diría Pablo Neruda, “las agita, las tritura y las liberta”, y entonces nos deja el goce de la lectura, y nosotros, de este lado, agradecidos: “No te vayas de la cama / no / desanudes la hoja blanca de tus piernas / no permitas que vuelva a embrutecer / este espacio con mis sones digitales / No despiertes todavía / dejame abrazarte a la distancia / con un bostezo enamorado de palabras que se abren / y se abren / y se abren / para dejarle a la mañana un recoveco”.

 

(Boedo, 1987) es poeta, ensayista y licenciado en artes visuales. Además de realizar curadurías junto a distintos artistas contemporáneos, fue parte del área de educación del Museo Nacional de Bellas Artes, y actualmente del área de curaduría del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Publicó “Cortar el horizonte” (Document Art Gallery, 2014) en colaboración con José Luis Landet y “Un reflejo en la penumbra” (Milena Caserola, 2016) sobre el artista plástico argentino Fernando García Curten. Hace años persigue la huella del poeta visual argentino Carlos Gómez y siempre encuentra una nueva definición del fracaso. “Mínimo, Vital y Móvil” es su primer libro de poemas.

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