Mi cuerpo, un bosque, Maelitha

[De la reseña de ZINERAMA]

La historia es muda -solo hay una palabra en sus 38 páginas-, y está ambienta en la época de Rosas y la Mazorca, o sea que es una ficción histórica. Allí la protagonista, que no puede tener hijos, se dedica a la botánica como pasatiempo, y por cada uno de sus embarazos perdidos planta un árbol con el nombre del hijo que no nació. De cómo se resuelve esa situación se trata el nudo del relato. Al no haber diálogos, es el dibujo el que vehiculiza todo el relato -y de manera sólida-. Para ello se vale de algunas elipsis narrativas y metáforas visuales, usualmente con un pájaro como conductor, que resultan no solo efectivas, sino también poéticas. El dibujo es a todo color y que -sin llegar a la carga barroca o la oscuridad gótica- encuentra puntos de contacto con el Guido Crepax más maduro, ese que evita las masas negras y construye los relieves a base de tramas de plumín. Para hacerla corta, tenemos un argumento sólido y bien contado, que toma riesgos narrativos y sale airoso, con un dibujo superlativo y un color que te deja pasmado. Candidato a una de las mejores obras del año.

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