los poemas de boy fracassa, boy fracassa

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La poesía se construye en sólido sin albañiles ni presencia de ningún sindicato, intervienen materiales que perduran por siempre y terminan creando un espacio tan palpable como el hormigón, es hormigón mental. Se puede habitar en ella, se puede volver a ella. A mediados de los ochenta atravesaba el fin de la adolescencia en el barrio de Lanús, un paisaje compuesto en distintas gamas de grises y pardos. Un grupo de referentes, a los que llamábamos 'Los grandes' porque tenían la cualidad de conseguir y usar drogas, deciden aventurarse de vacaciones a Río de Janeiro. Este pequeño grupo de muchachos que promediaba a los 22 años estaba compuesto por dos Betos, un Cosme, un Fabián y un personaje bastante colorido del que no se conocía demasiado, llamado Carlitos Vicio. Carlitos era el más inocente del grupo, tenía un talento especial para imitar voces de los distintos megáfonos y propaladoras que en esos tiempos pasaban por el barrio vendiendo sandías, pescado, cacharros y comprando de todo, a lo que usualmente se llama botellero o caqrros de cirujas. Carlitos tenía un aspecto inofensivo, de gran porte y relleno, con melena hasta los hombros parafinada hacia las puntas. Resulta que este grupito de jóvenes ni bien llegaron a la capital Carioca se fueron con sus bolsos y pertenencias a la playa de Copacabana, armaron un porro gigante y lo prendieron como quienes disfrutan en un podio tras haber llegado a la meta de su travesía. Pasaron tan solo unos minutos cuando se vieron rodeados por la policía que con muy malos modos los encarceló.

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