los mapas se dibujan en el agua, nelson specchia

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Nelson Specchia en "Los mapas se dibujan en el agua" retrata con una prosa Arme y despojada de cualquier adorno, la historia de una familia, es decir, la historia de un mundo, la voz de alguien que decide contarlo, según lo recuerda o se lo contaron, en una lengua inevitablemente ajena ("Todo eso nos contaron, nos contaba el Tío Viejo y la Mamá, una, diez, cien veces, todo. Aprendan, nos decían. Recuerden, nos decían"). Y en ese trance recorre también la historia de esta dulce tierra: la inmigración de comienzos del siglo pasado, hombres y mujeres escapando del hambre, la guerra y la muerte; sus constantes traslados y trabajos hasta emplazarse en el norte inhospito (entonces y ahora), "en ese pedazo de selva perdida en medio del trópico chaqueño"; la añoranza de Italia, las mudanzas, los negocios (porque los protagonistas de esta historia, Analmente lograrían, mediante el comercio de automóviles, tractores y víveres, una posición mercantil cómoda). Durante el relato se menciona "una maldición" que perseguía al clan, materializado a través de malas o apresuradas decisiones que los ponían en aprietos ante la economía, los diversos modos de rupturas de la vida social y política o la violencia permanente, atestiguada, palpable, impune.

Si los dioses tejen desventuras para que los hombres las canten, en la presente novela el narrador busca recobrar el tiempo ido y la imposibilidad más fatal, la de la nombrar la tragedia, la muerte, la desaparición Forzada de un hijo. Un largo periplo de voces, nombres y horas en pos de constatar que no está hundido y quieto un corazón todavía, aunque todos los recuerdos terminen igual ("Uno es de donde está: los mapas se dibujan en el agua y por donde pasa la canoa no deja huella").

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