La cautiva, Guillermo Antich

De noche, en la pocilga sin ventanas de la capital mendocina, reescribe frente a una mesa la escena que condensa todo el drama, mientras su novia yace en el colchón, desvanecida bajo los efectos de sedantes. En eso irrumpe la madre de la chica escoltada por un monigote que se la carga al hombro y la sube a un auto. Pero a quién le sacan la novia de la cama, es la pregunta que se hace una y otra vez, sin dejar de teclear, en el vacío facetado de la espera.

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