Hielo seco, María del Carril

$23.800

Suave y cruel, María del Carril hace recorrer a sus personajes la distancia entre lo que quieren ser y lo que realmente son. Sobre la llaga abierta, sopla la sal de la verdad. Gente estableciendo jerarquías, destruyéndose mutuamente detrás de la fachada de la elegancia y la flotación social. La autora sabe que la tragedia siempre es íntima, que de la piel para adentro estamos solos, y de la piel para afuera, también.

Pedro Mairal

Salvador Novo escribió alguna vez que el rasgo que define a los argentinos es creer que ya somos aquello que aspiramos a ser. En Hielo seco María del Carril explora, con desapasionada malicia, esa costumbre. Para hacerlo elige el territorio donde florece con mayor exuberancia pero también con mayor recato: la suave patria cuyos puntos cardinales son la Recoleta, Palermo Chico, San Isidro y Punta del Este, una terra incognita en la ficción argentina reciente. Y lo puebla con mujeres extraviadas en el laberinto de las apariencias: señoras bien empeñadas en sobrevivir al naufragio de su belleza o de su fortuna (o de ambas a la vez); madres que asisten a la minuciosa demolición de su entusiasmo; chicas deslucidas que anhelan, con más desesperación que esperanza, una ocasión que les permita brillar; moribundas que ejecutan in extremis una venganza hecha de palabras que sólo ellas pueden oír. Con un sentido parejamente certero de la comicidad y de la desolación, María del Carril las retrata en el instante en que un rapto de conciencia las ilumina fugazmente, como un relámpago. Y no es un mérito menor que lo haga con una prosa límpida y precisa, que no se adhiere a las cosas que nombra, sino que apenas las roza con serena displicencia, recolectando aquí y allá los objetos, las frases, las imágenes a las que sus personajes se aferran con la vana ilusión de no hundirse.

Ernesto Montequin

María del Carril trafica dolor en cápsulas. Temeraria, observa desde adentro un mundo hermético de mujeres anhelantes, expertas en sufrir, que mueren de insignificancia cada día. Una dealer inesperada, una narradora sádica. Tiembla la aristocracia porteña: Hielo seco es un libro desquiciado.

Victoria Liendo

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