Hace mucho tiempo, Damián Ríos

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A nosotros, hombres a los que la costumbre / de la amistad ha dejado mudos dicen los versos del primer poema de Hace mucho tiempo y en los días sucesivos a haberlo leído me encontré en diversas situaciones repitiéndolo en voz baja y alta. No sólo porque su música se me ha impregnado, pienso en la costumbre / de la amistad, en la elección del corte de verso y en la sorpresa que esconde ese modo de nombrar extraño que la voz cercana de los poemas vuelve imperceptible y confunde, hace pasar lo extraño por una obviedad, incluso hay que reordenarlo para advertir su disimulada complejidad: la amistad es una costumbre que deja mudos a los amigos. Nada en estos poemas es una obviedad, pero son tan gentiles que le hacen creer al lector que la ocurrencia fue suya. Damián no escribe “la amistad es una costumbre que deja mudos a los amigos”, no hay sentencias ni pretensión de verdad, la voz de los poemas es humilde y no se regodea de su ignorancia: nadie sabe nada del amor, dice, y la poesía no sabe nada. Los poemas de Damián carecen de didáctica, no son para nada explicativos ni introductorios, porque la confianza que tiene en el lector es tan grande que emociona: le abre la puerta y en un parpadeo lo introduce en su cotidianeidad como si lo conociera de toda la vida. El autor desconoce el alcance de este gesto: para una generación entera de lectores y poetas, alguien desconocido, apenas leerlo, se convierte en algo verdaderamente importante. Como un faro. Tardes de un solo tono, días blancos y calmos que se estiran como una conversación, la liviana inconsistencia de la memoria: como escribo de memoria no puedo dar muchos detalles. Versos adormilados, como susurrados por otro en el momento de rara claridad en que la comprensión del mundo empieza a desvanecerse. Un cuento que entra en el sueño, un sueño que se confunde con la realidad, un recuerdo que se confunde con un sueño que se confunde con la realidad que se confunde con un sueño.
Daiana Henderson

 

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