faunas, patricia ratto

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«De golpe los hechos se apelmazan en un punto de su recuerdo que hace que hoy, cuando quiere recuperarlos, se le presenten como todo uno.” ¿El enigma Ratto? Esa sospecha de uno de los narradores de estos felices cuentos los vuelve comparables a esos sueños amables que no queremos ni podemos explicar. Algo de nuestro idioma se precipita allí para no dejarnos ni siquiera murmurar. Nos volvemos incluso «lectores tácitos». Y esa voz de los que cuentan, porque son múltiples y veloces como en las antiguas fábulas los narradores, acaso por la inmediatez imaginaria que ganan en el lector, adquiere una agudeza y una precisión invalorables. Y todos esos yoes nos cuestionan: ¿son yoes que nacen de la vida vivida o vanas formas de una materia que acaso llamamos con alegría ficción? Pero además, en la vacilante proeza de cada cuento −donde también una moraleja huidiza se gana nuestra confianza−, entra de golpe una movediza actualidad. Y es casi enciclopédica en su presentación y sutileza: manchas, nombres raros de razas de gatos, plantas monstruosas que crecen para avivar nuestro espíritu de lectura, casoares, verduras que admiten que las saquen de paseo (…) y “faunas” al fin como si revisitaran las maravillas entrañables de un Plinio o Claudio Eliano o Sinisgalli. Y así, en su delirio y perfección, no nos sueltan sino una vez que colmaron nuestra incalculable capacidad de soñar.» Arturo Carrera»Hay una zona crepuscular, que tanto puede aparecer de súbito como crecer con tenaz lentitud, donde los reinos se confunden. Allí las reglas son otras porque nada se presenta puro y neto. En esa zona, los animales abandonan la quietud de su presente y alcanzan la cifra de una amenaza, de una angustia que oprime; los hombres, a su vez, dejan de ser los amos y señores de lo que no tiene voluntad y de alguna forma pierden la suya. Acaso la cultura no sea otra cosa que la negación de nuestra naturaleza anfibia e intermedia. Con un gran sentido del tempo narrativo y un envidiable manejo del ritmo, Patricia Ratto nos ofrece un variado catálogo de monstruosidades: en ocasiones muy tristes, a veces ominosas e inquietantes, atroces y siniestras. Eso sí, siempre incómodas, claro, como todo aquello que aborrecemos por estar latiendo allí nomás, muy cerca nuestro, cuando el sol comienza a ocultarse.» Luis Sagasti

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