el jardín que amanece blanco, emilia quiroga

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Una de las acepciones de la palabra paraíso es jardín. Este espacio entre el afuera y el adentro es un símbolo del equilibrio entre nuestra parte más salvaje y libre y nuestra necesidad de un refugio. Un jardín es nuestra posibilidad de explorar sabiéndonos contenidos, eso nos relaja del acecho de lo externo, eso nos colma el alma.

En El jardín que amanece blanco, Emilia nos incorpora a su fábula de infancia, ¿qué vacíos blancos la habitan?¿por qué a veces la comida no es alimento? Las preguntas circulan en líneas de tiempo superpuestas y cálidas a lo largo de las páginas.

Las plantas son un vehículo de purificación, su hija la llave para abrir la puerta más grande, la que la hace adulta y le permite orientar a su propia niña, la que busca respuestas en las paredes, en los momentos del día, en las ausencias. Porque los paraísos no son antes de construirse, porque construirse es la verdadera labor.

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