El gran río, Sol Aliverti

No es extraño que una autora amante de la filosofia emplee el I Ching para escribir su primer libro. Como bien decía alguien cuyo nombre no recuerdo, el azar (o el recuerdo) es una determinación de fondo que no termina de manifestarse.

En Occidente se conoce el I Ching gracias al interés mostrado por Leibniz, el primer orientalista consistente después de Marco Polo. Que no sabemos si descubrió en sus páginas los secretos del cálculo infinitesimal o los rudimentos de la lengua computacional, pero sí supo advertir que el arte de la combinatoria no es casual, sino que es una deliberada administración del destino humano, que procede mediante disimulo.

Así, Sol Aliverti escribe El gran río. Toma el I Ching como los astrólogos emplean las cartas astrales, y observa en las estrellas de su mente los signos de un relato que se desprende de las misteriosas afirmaciones iniciales de cada hexagrama para derramar, con deleite de orientalista avezada, una serie de relatos escritos para examen y silenciosa aprobación de los astros.

Daniel Guebel

Compartir: