Diario del regreso, Edgardo Zotto

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Unos pocos años atrás, durante uno de los Festivales de Poesía de Rosario, mientras leíamos en la plaza del Centro Cultural Fontanarrosa, conocí a Edgardo Zotto, y de inmediato fantaseé con ser su amiga, conocer a su mujer y comernos un asado en Funes. Esto fue por su conversación, y por los poemas que le escuché leer. Partí esa noche hacia Buenos Aires y no lo volví a ver hasta después de que trepanaron su cabeza. Leí un libro suyo que me emocionó mucho y le mandé un mensaje a comienzos de aquel verano, el verano de dos mil catorce. Me vino a visitar en mi casita de Zavalla y tomamos mate con unas estupendas medialunas que él me trajo. Tenés mucho para vivir, le dije, mucho para seguir escribiendo, y él, que estaba con un humor festivo, me dijo sí, ojalá que así sea… Apenas si tanteé los comienzos de nuestra amistad aquella tarde, y unos meses después me enteré de su muerte. Querer tener un nuevo amigo, pasados los sesenta, es algo raro. Me habló de Ulises, el perro que hacía poco se le había muerto, y de su mujer, vista a la luz de una luz nueva que lo bañaba todo. Hablamos del verde en el verde debajo de la palmera. Ahora tengo su último libro en mis manos, finísimo, como siempre, lleno de aire y de misterio, de eso que no se puede decir, potenciado por la cercanía consciente del largo viaje, de la muerte en las puertas de la casa. Chau, amigo de unas horas que hubiera querido fuera el último tramo de nuestras vidas. La poesía te sigue detrás, con esa luz orlada de sombra, y está de regreso entre nosotros, amigo nuestro.
Diana Bellessi

 

80 pg. / Poesía
Selecciones Ivan Rosado
Obra en tapa: Armando Vites
2015

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