Confesiones de amor, Chiyo Uno

Traducción de Lourdes Porta y Junichi Matsuura

Considerada una de las más memorables historias de amor de la literatura japonesa, esta novela aborda uno de los aspectos más complejos, y en muchos sentidos tabú, de las relaciones personales en Japón: la marcada diferenciación y reglamentación de los roles masculino y femenino en las situaciones afectivas. Escrita en los años treinta del siglo pasado, está basada en gran medida en las experiencias de su autora, Chiyo Uno, una figura influyente cuya vida liberada causó gran escándalo en su época. En esta novela, con la que alcanzó la fama literaria, narra en primera persona las andanzas de Yuasa Jōji, un afamado artista que, a su regreso a Japón después muchos años en el extranjero, inicia una complicada ronda de relaciones extramatrimoniales, empezando por la arrolladora Takao –una suerte de lolita, previa a la Lolita de Nabokov– seguida de la tormentosa Tsuyuko y la delicada Tomoko. De este modo, el protagonista se ve atrapado en una red de afectos, dependencias y complicadas situaciones que le permiten a Chiyo Uno exponer la férrea moral afectiva del Japón de su época y revindicar el papel de la mujer en una sociedad todavía anclada en las viejas costumbres. Pasados más de ochenta años desde su publicación original, Confesiones de amor se mantiene como una novela protofeminista y valiente, así como un texto vigente para comprender que hay formas de estructuración social diferentes al matrimonio y la tutela patriarcal.


«Una novelista de una intensidad devastadora. Su propia vida y erotismo, tan tempestuosos, imprimen su huella en cada una de las páginas de Confesiones de amor.» JEREMY REED, Literary Review


«De manera sutil y sin dejar apenas huella, los elementos para la tragedia amorosa estaban servidos. La pericia de Chiyo Uno no solo reside en la disposición de estos, también en el manejo de la tensión narrativa y las tramas y en la capacidad para combinar el desarrollo de la acción con las imágenes en las que el tiempo parece detenerse.» ALOMA RODRÍGUEZ, La Esfera de PapelEl Mundo

Compartir: