Cipriano Peralta, Carlos Piñeiro Iñiguez

$19.800

La historia de Cipriano Peralta provoca por lo menos dos efectos. El primero cautiva y deja entender los años de la historia reciente con una lucidez y una sobriedad asombrosas; el otro, es un argumento magnífico sobre un personaje imperfecto y extraordinariamente novelesco. Los dos se dejan leer al unísono y despiertan en el lector emociones que hace mucho tiempo los libros, la literatura, parecen haberse olvidado ya cómo se transmitían.
Esta es la historia y todo lo que la rodea: el poema real, –ahí se cruzan José Luis Rosales y T. S. Eliot– como tierra firme para plantar el deseo en la fijeza de un color, lila, y un riff con desenlace estilístico, detrás de cada una de las oraciones que componen esta novela/oratorio. Porque no se trata solo de acompañar los espacios seguros que inaugura una experiencia inveterada y sagaz del idioma, un castellano correcto siempre por encima de la costumbre, sino de instalar en rincones o recodos, discretos territorios de manifiesto o de diatriba donde se cifran los recorridos y las claves de una vida misteriosa y plena. La maestría, sin embargo, no lo exime a Carlos Piñeiro Iñíguez de ser asombroso. Y la idea de contar una historia con sus interpretaciones mordiéndoles los talones, aparte de las ambigüedades que acarrean, que siempre son una riqueza, se ocupa de equiparar un pequeño barrio, Villa Real, con todo lo concerniente a la realidad y la realeza. Qué realeza extraer de una villa argentina de los setenta sino su realidad extrema. Política, intransigente, inexorable. Cipriano Peralta va y viene, del colegio inglés a la desaparición o el abandono, de la educación verdadera a la política verdadera, que no descartaba las siglas ni los puntazos o las balas.
Un epílogo afinadamente enigmático prolonga la aventura impar: dibuja y sonríe en la superficie tendida entre lo posible,lo verdadero y lo verosímil.

 

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