Cara de pan, Sara Mesa

«La primera vez la coge tan desprevenida que se sobresalta al verlo.» El encuentro se produce en un parque. Ella es Casi, una adolescente de «casi» catorce años; él, el Viejo, tiene muchos más.

El primer contacto es casual, pero volverán a verse en más ocasiones. Ella huye de las imposiciones de la escuela y tiene dificultades para relacionarse. A él le gusta contemplar los pájaros y escuchar a Nina Simone, no trabaja y arrastra un pasado problemático.

Estos dos personajes escurridizos y heridos establecerán una relación impropia, intolerable, sospechosa, que provocará incomprensión y rechazo y en la que no necesariamente coincide lo que sucede, lo que se cuenta que sucede y lo que se interpreta que sucede.

Una historia elusiva, obsesiva, inquietante y hasta incómoda, pero al mismo tiempo extrañamente magnética, en la que palpitan el tabú, el miedo al salto al vacío de la vida adulta y la dificultad de ajustarse a las convenciones sociales... La ambiciosa carrera literaria de Sara Mesa da un nuevo paso adelante con esta novela sobre dos seres desarraigados cuyos destinos se entrecruzan en un parque, una defensa de la inadaptación y la diferencia.

«Una escritora muy sólida... Sara Mesa registra admirablemente esa zona de penumbra con una escritura serena y vibrante a un tiempo y, con frecuencia, con trazos en apariencia desganados que crean la atmósfera de un contorno amenazante» (Francisco Solano, El País).

«A Sara Mesa le van las zonas de sombras, la inquietud que provoca lo que no se acaba de decir y la perversidad de las relaciones de poder entre las personas» (Elena Hevia, El Periódico).

«Mesa escribe en una prosa libre de lugares comunes, pulida y precisa» (Martín Schifino, Letras Libres).

«La escritura de Mesa, tan minuciosamente plástica como minuciosamente psicológica, reivindica en cada línea su estricto cariz literario» (Manuel Hidalgo, El Mundo).

«Me fascina su capacidad para cartografiar la condición humana a través de los perdedores, del abuso de poder, de los lugares opresivos y aislados, de la degradación lenta y continuada. Por eso me interesan sus novelas: porque son siempre ásperas, amargas, sinceras, oscuras, nada complacientes, y lentas como una gota malaya» (Ángeles López, La Razón).

«Los lectores nos sentimos atrapados por esta fascinante escritura, que es, a un mismo tiempo, oscura y luminosa» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia).

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